viernes, 22 de febrero de 2013

Mucho antes de que a un publicista se le ocurriera dar a conocer un portal de alquileres de pisos,con el sonido de una pareja sexualmente activa y un pobre vecino despertando con el jolgorio orgásmico, mucho antes, repito, yo viví algo así.
Primero fue el encuentro con el vecino de arriba. Un día llegando del trabajo me lo encontré en la escalera. Un tío obeso que me enredó hablando de las dimensiones de su hogar y de no sé que problemas con los que le alquilaban el piso. Luego de una charla sin mayor interés ni sentido me dijo de pasar a verlo. Pude esquivar la invitación argumentando una excusa barata. Pero al día siguiente me lo volví a encontrar, misma hora ,mismo punto de partida. Y decidido me soltó
 -Hoy no me puedes decir que no!
Igual que un ratón pillado por un gato me dije "va, no seas rancia, al final no es más que un vecino que quiere que vea su piso".
Claro. Con la segunda vuelta de llave me soltó la elegante frase de
-Y puedes venir cuando quieras, que la parienta se ha ido de casa.
El piso lo vi rápido. Y recuerdo haber comentado algo referente a lo bien que disparaba armas mi pareja del momento,( lo cual era cierto).
Esta es la introducción, el nudo, nunca mejor dicho vino a partir de entonces.
El primer día que lo oí, estaba durmiendo y mi primer intento fue de llamar a la policía para avisar que estaban matando al vecino. Gran error. O sea, lo estaban matando. Pero no como yo creía. El gordo nos hizo partícipes a todos los vecinos del pueblo de  sus innumerables y apoteósicos orgasmos. Algo fuera de serie. A ellas se las oía reir o gemir de vez en cuando, a veces creí que había más de un personaje femenino, pero ya no sabía si era la realidad o mi pobre cerebro aletargado por no poder dormir ,prácticamente, ni una noche seguida.
Porque si, amigos míos, éste señor que gritaba sus orgasmos como si su equipo de fútbol hubiera ganado en los penales, en una final de Champions, éste individuo grasiento , poco elegante y desagradable podía comenzar su fiesta a las 11 de la noche y seguir hasta las 3 de la madrugada o más allá. Y no lo digo desde la envidia. Lo juro.
Lo pasé a llamar "la berrea del ciervo", los que no tuvieron el placer de oir a un ciervo en época de celo se pueden documentar por internet.
Pasaron meses, incluso un verano con la berrea a cielo abierto gracias a una terraza de disfrute personal, nunca mejor dicho.
Decidí escribir un cartel, nadie reaccionaba en mi escalera, tenía que hacer algo por mi salud mental. Porque muchas noches, y otras tantas madrugadas, me podrían haber visto en el comedor de mi piso, mirando hacia el techo y deseándole la muerte a manos de las pastillas azules que seguramente se estaba tomando. La muerte ¿Se imaginan? ¡Le deseaba la muerte a mi vecino!
Lo colgué en el ascensor, pidiendo, casi rogando, un poco de silencio a las "parejas sexualmente activas". Supe que lo leyó porque se cruzó con mi pareja, el campeón de tiro al blanco, en el ascensor.
Y luego el silencio. No lo podía creer. Era tan fácil y tardé tanto en resolverlo. Lo seguí oyendo. Pero no fornicar.
Pasaron dos meses, y mi vecina de al lado se vino a despedir. Alquilaba su piso a un chico. Me salió del alma lo que le dije
-Por favor, que sea normal, porque vaya año pasamos con el vecino de arriba.
-Si, hasta que no se murió no paró de darnos problemas eh?,
-Perdona, ¿dijiste que se murió?
-Si, ¿no lo sabías? muerte súbita.
-Pero si yo lo sigo escuchando, hay alguien arriba.
-No, no , el piso está vacío
-Pues te lo juro que oigo ruidos.
-Si quieres llamo a los dueños pero estoy segura que no hay nadie
-¿Y cuando murió?
-El quince de agosto
Piel de gallina, pelo como escarpias, me despedí de mi vecina.
Quince de agosto.
El día de mi cumpleaños.
Desde entonces, solo deciros, que me he cambiado de piso, y que voy con pie de plomo a la hora de desearle algo a alguien.