martes, 26 de marzo de 2013

El juicio

Fue detenida y encarcelada. La encontraron culpable de diversos cargos. Culpable por la cobardía, desmedida y premeditada, que la acompañó en cada uno de sus actos. Una cobardía ruín y sorda, que le impidió llevar una vida esperanzada y con proyectos.
Culpable por no haber dicho que no.
Culpable por no haber dicho que si.
Por haber ahogado las raíces y no haber dado fruto. Por no saber defenderse ni pedir ayuda.
Por huír alocadamente a un lugar inexistente e equívoco sin encontrarse nunca.
Por no enfrentarse a los demonios y vencerlos, por no vencer a los enfrentamientos endemoniados.
Por anular con alevosía los sentimientos uno a uno, aislándose de todo, un poco, cada día.
Por no decirse la verdad, por mentir, creándose un personaje ficticio.
Por no festejar los momentos que se le otorgaron para disfrutar, por no disfrutar los momentos de festejo.
Por creer sin pensar, por equivocarse y repetir cansinamente los errores, sin aprender, ni tan siquiera, a cambiar de pensamientos.
Culpable por no haberse dado la oportunidad de existir, por haber caído en las garras de la rutina mediocre por comodidad y desidia.
Por darle alimento a un egocentrismo inútil y vacuo.
Por buscar la promiscuidad libidinosa de las sensaciones físicas sin un ápice de afecto.
Por creer amar sin saber ni siquiera respetarse a si misma. Por intentar lograr que la amaran sin creer merecerlo. Por la falta de respeto. Por la falta de fé. Por la falta de lucha.
Se arrastró lentamente hasta el banquillo de los acusados para el juicio final. No le importaba gran cosa lo que fuera a suceder. Aún así alguna lágrima escapó de sus ojos. Pero no sabía si lloraba de tristeza o  porque, simplemente ,se había acostumbrado a sufrir.
La sala estaba vacía, nadie se había presentado.
No quizo abogado, no merecía defensa.
Levantó los ojos para ver al Juez. Le pesaban los párpados, como si toda la arena del desierto hubiera caído sobre ella.
Ella misma era el desierto, inhóspito e infinito.
En el lugar del Juez había un espejo.
Se vio a sí misma, se escuchó diciendo:
-Culpable de todos los cargos.
Volvió a la celda, los muros hechos de soledad y de miedos, los barrotes construídos de desilusión y tristeza.
Decidió que no quería seguir, que se abrazaría a aquéllo que la miraba en la oscuridad, que era preferible la nada absoluta que la nada cotidiana.
Cuando respiró por última vez pudo escuchar su propio veredicto final con su voz, con sus propias palabras, como una letania predecible y esperada:
-El veredicto es Culpable y el castigo :la Pena de Muerte.

martes, 19 de marzo de 2013

Capitán

Primero sólo veía su cerebro, la fuerza que emanaba de su persona. Sabía de su poder. Me encauzaba, me dirigía. Yo podía intentar escapar de los senderos trazados. Pero con él, huir era imposible.
Cuando me marchaba de su lado me invadía, como la hiedra que trepa un muro, una sensacíón de haber sido ocupada y analizada, me sentía transparente, incapáz de esconder nada.

-¿Qué piensas?

 -No sé

 -Sí. Lo sabes. Busca.

Lucha de titanes en mi interior, su inteligencia taladrándome. 
Asedio mental.
Pasado un tiempo le puse ojos. Intensos, feroces. Mirada a la que yo rehuía.

 -¿Porqué miras el papel?¿Encuentras en él las respuestas?

 -No puedo pensar si te miro.

 -Si, puedes. Busca

Una mañana de sábado le agregué una boca. Sus palabras salían flotando en un aire fresco y limpio, con aroma a café y a rocío. La energía desconmesurada ahora canalizada en sus ojos y en sus palabras brotando de una boca que también sabría besar. ¿Sabría?.
No tuve más remedio que comprobarlo, y más tarde adjudicarle un cuerpo.
Al principio misterioso y encubierto.
Podía ver su cuello fuerte y sus brazos poderosos.
El canal de energía de su cabeza que surgía en su mirada y en sus palabras, también se transformó en un abrazo acogedor, cálido, que abarcaba mis miedos, mi insignificante ser tembloroso.
Llegó un día que quitarle la ropa fue imprescindible para intentar descubrirlo y para vivirlo. Para verificar que fuera real. Qué podía ser verdad que el héroe de tantas vidas castigadas por el dolor y la locura, se movía hacia mí, me acariciaba, me amaba.
Le puse espalda, piernas, pies firmes para aguantar el peso de tanta tristeza ajena. Le dibujé tatuajes en su superficie estrenada.
Le puse sexo.
Rodamos, caímos y volamos, desesperados. Devoré su piel, acaricié su alma. Brillé.
Entonces sucedió. Podría ser un hechizo, un designio del destino o una mala jugada.
Cuando lo tuve completo, cuerpo, alma y cerebro, fui yo la que me fragmenté en pedazos, como un cristal que explota y se extiende por el aire.
Desde aquél día mis manos acarician por Bali,  mis pies caminan las calles de Roma, mis ojos se cierran en Istambul. Mi cerebro, en cambio, sigue aquí, observando asombrado el desatino que le toca vivir.
¿Y mi alma?
Mi alma podría flotar ingrávida por cualquier esquina de Barcelona.
Podría flotar si no la suelta.
Porque mi alma, está en sus manos.

sábado, 16 de marzo de 2013

DIEZ CARTAS (para vos)

 -Aún tengo tus cartas- me dijo -a veces las releo.

 -¿De verdad, aún las guardás?, ¿Me las podés enviar?.

 -Si, no las tengo que buscar, sé perfectamente donde están.

 -¡No sabés como me servirá ver que escribía yo hace veinte años!.

Esta fue la conversación que tuve por chat, días pasados, con un ex novio. Un amor explosivo de verano, que derretía continentes y generaba terremotos, y que dejé suspendido en el aire cuando me subí a un avión.
Lo cierto, es que el  pasado lo recordamos de manera subjetiva y parcial. Aquéllos momentos compartidos quedaron plasmados en mis recuerdos con unos colores determinados , pero contrastando con quién los compartí, resultó que la acuarela de la otra parte tenía otros tonos diferentes.

 -Es fantástico armar el pasado de a dos, me ayudará releer las cartas.

 -Son verdaderos documentos de lo que pasó, escritos.

 -Las estaré esperando.

 -Qué dúo amor, vos no te acordás y yo no me encuentro.

 -¿No te encontrás?

  -No, si ando por ahí, avisáme.

  -Es que a veces, encontrarse es muy jodido.

  -Si, sobretodo si al andar te vas desgajando de a poco.

Pasados unos días, recibí las cartas. Diez.
Es curioso leerse a uno mismo tanto tiempo después: "Barcelona es una ciudad extraña, todo es diferente, o quizás la diferente soy yo", decía, "Vení pronto, porque no lo voy a poder soportar, me siento sola, a veces me pregunto que hago acá".
Me sorprendió al leerme tan argentinamente expresiva.
En diez cartas vi reflejado el paso de los meses en la nueva ciudad y como ésta me iba cambiando. Metamorfosis invisible a mis ojos en ése presente, mi pasado, que podía ver con claridad en éste presente, mi futuro de entonces.
De pronto pensé que podría ser que ésas cartas me las hubiera escrito a mí misma, para leerlas, tal como estaba pasando, en el futuro. Un intento a destiempo de avisarme sobre lo que me iba a suceder.
Porque a pocos segundos de leerla, las frases de amor, quedaron relegadas para dar protagonismo a un trasfondo pesado, mudo, duro.
Yo iba transformándome en otra persona, carta a carta, con otros paisajes, otro idioma, otros olores, otros personajes.
El tiempo, la vida, eran una máquina en la cual entraba de una manera y ya nada volvía a ser igual.
Aquélla que escribió la primera carta se esfumó, desapareció.
Tuve dificultad para imaginarme caminando por la orilla del mar sorbiendo las lágrimas amargas de la nostalgia.
Y entonces me apareció una duda, con disfráz de certeza, ¿Y si no fuera verdad, si ésas cartas no las hubiera escrito yo? o mejor aún ¿y si ésas cartas me las hubiera escrito en el futuro, para alertarme y no en el pasado como creía?.

Camino por Corrientes, las librerías están abiertas y los teatros atestados de gente.
Esta tarde fuí a anular el pasaje a Barcelona que tenía reservado. Me dá miedo desaparecer, al intentar huir, para encontrarme.
Puede que otra como yo, ahora camine por la orilla del Mediterráneo pero no sé decir cuál de las dos es la real.
Llego a casa, enciendo mi compu portátil, y en la bandeja de salida me ha quedado atascado un mail que comienza así:
"Que diferente es todo, o quizás soy yo la diferente, ven pronto porque no voy a soportar ésto, me siento sola, a veces me pregunto que hago aquí".

lunes, 11 de marzo de 2013

La consulta.

-Te puedes quitar la ropa, ahora vuelvo.
En un momento como éste es cuando piensas en diseño de ropa interior, depilación definitiva, cirujanos plásticos y un sinfín de cosas más.
Lo conocía hacía tiempo y siempre lo había encontrado atractivo, simpático, magnético. El tipo de hombre, que cuando lo ves, se te nubla un tanto la vista, te produce un vahído, un mareo imperceptible.
Nos dábamos dos besos y nos deséabamos los buenos días, que en mi fantasía se transformaban en buenas noches, buenísimas, si fueran a su lado. Y su perfume. Siempre olía bien.Un regalo a los sentidos a primerísima hora.
Por eso cuando me derivaron a su consulta no lo podía creer.
Así que en ropa interior, parada en medio de la sala, lo esperaba. Diminuta, entusiasmada, avergonzada, inquieta, tímidamente seductora.
La primera sesión duró dos horas y media. Cuando salí a la calle no entendía muy bien que me había pasado ni dónde estaba. Caminaba por la ciudad en un estado de embriaguez no alcoholizada. Y en mi pelo quedaba la huella olfativa de su perfume. Sus manos me habían estirado, crujido, acomodado. Me había transportado, transformado. Fue como una coreografía ajustada en todos sus movimientos, o como una filarmónica sonando acompasada.
La energía hormonal liberada se expande y atrae. La gente me miraba al pasar, los hombres con cierta codicia libidinosa, las mujeres con reconocimiento o con sorpresa.
También es cierto ,que en el frío de una noche de noviembre, ver una mujer con la cara enrojecida, con una sonrisa atravesandole la cara y olisquéandose el pelo con ansia, sería razón suficiente para llamar la atención. Pero había algo más. El perfume del deseo. Eso, imperceptible, llega, seduce, estremece.
Hubo más sesiones. A la tercera me pareció que se sentía atraído por mí, pero me reí de mi inocente esperanza.
A la cuarta la atracción fue declarada mutua.
Es maravilloso cuando desaparece el mundo y sólo quedan los sentidos. Cuando es la piel la que dirige, las manos las que trazan los puentes, los caminos en el cuerpo. La respiración se transforma en susurros, casi gemidos, ahogados. Las bocas que se buscan sin pausa, ávidas, mientras descubren la suavidad de los besos estrenados. El calor derritiendo los límites, los límites desapareciendo. Y todo es un momento, y es eternidad, y es un segundo o la vida entera.
Aquél día no me fui caminando. Aquél día los mortales, transeúntes normales caminaban, conducían, iban o venían. Yo levitaba. Se abría paso el mundo ante mi. Ese día me nombre diosa, me sentí diosa, fuí diosa.No me reí de mi misma. Sonreí.
Fue un día inolvidable, irrepetible.
Pero todo se acaba.
Ahora espero en la consulta, sentada en cualquier rincón. El no me mira, no me habla. Se lo he explicado mil veces. Pero él no me escucha.
Porque aquél día, yo, diosa, levitaba en la felicidad absoluta.
Aquél día no lo vi venir, no lo oí.
Y aunque fue el dia que me sentí más poderosa no pude frenarlo.
Aquél día fui diosa y dejé de serlo.
Aquél día, no pude frenar el tren.

domingo, 3 de marzo de 2013

MEMORIA

Al principio pensamos que era solamente despiste. El pobre era el objeto de todas nuestras bromas y chistes de falta de memoria.
Comenzó confundiendo el número clave de la alarma del despacho con su número secreto de la tarjeta bancaria. Los escándalos insoportables de la alarma eran cotidianos. 
Cuando le dábamos un mensaje de algún cliente, harto conocido, su mirada nos traspasaba, apuntando al infinito, y sospechábamos no sabía de quien le estábamos hablando.
Aún recuerdo a su amigo Juan, aquél que encontramos en el andén de Renfe, y que viajó junto a nosotros más de media hora. Aquél  inconsciente explicó sus vacaciones por Galicia junto a su mujer. Que si habían comido marisco, que si los paisajes eran tan verdes, que si la gente era maravillosamente amable. Después de largos veinte minutos de relato veraniego mi jefe le preguntó
-Y que tal, ¿has hecho vacaciones?
Mis carcajadas resonaron, incluso, en la cabina del conductor, y la cara del amigo todavía la tengo grabada en mi retina. Esa mezcla de asombro y duda, su cerebro intentando resolver si era una broma, o realmente, no lo había escuchado.
En otra oportunidad, y repitiendo otra peripecia renfera, habiendo llegado a su estación, se despidió de mi y se bajó. Un momento más tarde todo el vagón miraba hacia una ventanilla. En la oscuridad de la noche invernal lo vi, con cara desencajada, dando golpes en el cristal, y haciendo un sinfín de aspavientos espasmódicos. Se había olvidado su mochila del gimansio en el portaequipajes superior. Tuve que acarrear su olvido hasta mi casa. Me generó algún que otro problema con mi marido. No es fácil explicar que traes la mochila de tu jefe  con su ropa sudada y sus calzoncillos sucios.
Y sin límite, se fueron sucediendo momentos, desmemorias,confusiones.
Hasta que un día nos comenzó a pasar algo similar. No recuerdo como ni cuando.Yo lo llamo "desconexión parcial". Sé que me hablan pero mi mente navega en otras tierras con otros cielos, otros personajes aparecen ante mis ojos internos y cuando vuelvo, intento demostrar que siempre he estado aquí. No siempre lo consigo. Como si de una "Alicia "se tratara, y tuviese otro mundo detrás de un espejo.
Creemos que es un virus contagioso, como la gripe o el resfriado, que colapsa las neuronas poco a poco. Al principio intenta camuflarse y asemejarse a un descuido, pero lenta y progresivamente se adueña de toda la masa encefálica.
 Por eso os escribo, para avisaros y para que quede constancia. Si me encuentran en un tren o en una esquina  y me van a contar las últimas vacaciones, comprobar primero si os reconozco, comprobar luego si os escucho y comprobar por último si os acordáis de mi.
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